La fiebre del yodo, la pastilla de las farmacias no es la que se usa ante amenaza nuclear
Si cae ‘la bomba atómica’, una pastilla de yodo va a poder hacer poco por salvarnos la vida. Al menos en según qué radio de acción. Bajo esa premisa se fundamenta la desnuclearización de los países, cuyos fantasmas de guerra ha despertado la Rusia de Putin. Pero en la farmacia Martí Guimera en la localidad ‘nuclear’ de Confrentes (Valencia), María, desde su mostrador, sabe bien que las pastillas de yoduro de potasio (KI, conocido como el ‘yodo’) pueden salvar vidas en caso de exposición radiactiva por accidente en una central o nube de partículas. “Tenemos pastillas custodiadas en el centro de salud”.
Es
cierto que el consumo de yoduro potásico puede tener un efecto protector de la
glándula tiroides en caso de accidente nuclear. “Pero las que tenemos en la
farmacia no son las que se tienen guardadas para una emergencia atómica”. El
interés en Europa por la pastilla de yodo se disparó el pasado viernes, tras el
ataque ruso a la central de Zaporiyia y días después de que los niveles de
radiación subieran temporalmente en Chernóbil, al paso de la maquinaria pesada
por la zona.
El
ministro de Sanidad de Rumanía, Alexandru Rafila, anunció este lunes que
aumentará su producción de yoduro de potasio en 2,5 millones de pastillas cada
48 horas. Una fiebre del yodo desatada especialmente en países limítrofes con
Ucrania. También en Bélgica, donde la semana pasada 30.000 personas acudieran a
por dosis, según Efe. Pero que dista bastante de ser la realidad en un pueblo
como Cofrentes.
“Con
una central nuclear al lado, la gente sabe muy bien lo que tiene que hacer.
Aquí nadie ha venido preguntando por las pastillas de yodo”, explica desde este
despacho, que carece de stock para combatir la guerra atómica –como cualquier
farmacia–. Y tampoco tiene los comprimidos de KI que se usarían en caso de
accidente nuclear en la central.
Las
pastillas que venden las farmacias “no valen para eso, nosotros sólo nos
encargaríamos de participar en la distribución, pero no las tenemos”. Aquellas
las fabrican un par de laboratorios en España y el Ministerio de Defensa. Y su
presentación es distinta.
El
yodo no radiactivo, al ingerirse, puede incorporarse a tejidos como la glándula
tiroides. Ese es el de las pastilla. Al saturarse el organismo con la sustancia
menos nociva, ya no ‘habrá hueco’ para la más perjudicial, el isótopo de
yodo131, el que provendría de un incidente nuclear. Un isótopo radiactivo es un
átomo que tiene una masa distinta a la ‘esperada’ para ser estable y emiten
radiaciones penetrantes.
Esos
comprimidos pueden ser útiles, “preferentemente dentro de las primeras 6 horas
después de la inhalación o ingestión de yodo radiactivo”, explican a Newtral.es
desde el Foro Nuclear. De ahí que se hayan disparado las búsquedas de pastillas
de KI por internet y las consultas en farmacias… menos en localidades
‘nucleares’ como Cofrentes.
Hay
que distinguir entre dos formulaciones y dos tipos de usos bien distintos para
prevenir cánceres y malformaciones asociadas a la radiación nuclear. Las
cápsulas o comprimidos de yodo potásico “para tratar problemas de tiroides,
como el Yodocefol o el Yoduk”. Y, por otro lado, “las que distribuye Protección
Civil, Defensa y las centrales nucleares en caso de emergencia”, explica desde
su farmacia María, que recuerda que en el caso de su pueblo, son el centro de
salud y la propia central de Iberdrola quienes disponen del stock de
comprimidos.
Las
primeras, vendidas con o sin receta médica, suelen venir en dosis de entre 100
microgramos y 300 microgramos (no miligramos) para embarazadas. Están indicadas
para la prevención de los trastornos por deficiencia de yodo. Suelen
acompañarse de ácido fólico y vitamina B12 para embarazadas para evitar
alteraciones del sistema nervioso central del feto o casos de hipotiroidismo,
aclara a Newtral.es el doctor Juan Carlos Galofre coordinador Área de
Conocimiento de Tiroides de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición.
“Si
se necesitan concentraciones mayores de 200 microgramos hay que preparar la
formulación”, añade desde el Consejo General de Colegios Oficiales de
Farmacéuticos (CGCOF), Iván Espada. A partir de dosis superiores, el yodo tiene
que se distribuido por las autoridades.
Las
pastillas usadas en caso de accidente nuclear son comprimidos o cápsulas,
típicamente en dosis de 65 a 130 miligramos de yodo potásico. No se venden en
farmacia de manera normal y se consideran un profiláctico de choque, cuando ha
ocurrido una catástrofe nuclear. “Ahí conviene tomarla cuanto antes, desde el
momento en que se produce la exposición”, advierte el doctor Galofre. “Es una
acción que atenúa el riesgo de nódulos y tumores malignos de tiroides”, un
cáncer que, con todo “tiene un buen pronóstico entre quienes se sabe que se han
expuesto a contaminación atómica”
Por
oposición, Espadas aclara que las pastillas de yodo de farmacia –no pensadas
para accidentes nucleares– presentan “una cantidad mínima. Se necesitarían de
400 a 1.300 comprimidos [de farmacia] para alcanzar la dosis de las pastillas
[de emergencia]”. El Foro Nuclear aclara que ”se dispone de la cantidad
necesaria para atender al personal de la central y se renueva periódicamente en
función de su fecha de caducidad”.
Y
en ningún caso es una buena idea tomarlas por cuenta nuestra, sin control
médico. El yodo tiene efectos secundarios y contraindicaciones y requieren de
monitorización médica, especialmente en la infancia, si hablamos de las
pastillas de emergencia. Juan Carlos Galofre advierte de los riesgos de
adquirirlas por internet. “Se pueden encontrar productos magníficos (pero que
serán meros complementos o sumplementos nutricionales) y productos pirata”, al
calor del alarmismo atómico.
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